lunes, 26 de noviembre de 2012

Curiosidades sobre: Notas de suicidio

El suicidio es de las pocas cosas en ls que no mjoras con la práctica.Puede que parezca un asunto banal, pero para alguien que se gana la vida escribiendo, ganarse la muerte con una despedida acorde debería ser casi una exigencia, aunque sea por pura vergüenza torera. Lamentablemente, las notas de suicidio que fui redactando en los últimos meses bien pecaban de una solemnidad gótica y desaforada o bien acaban siendo un compendio de reproches en el que repartía culpas como quien distribuye su herencia.
Decidí consultar a los clásicos en busca de inspiración. Descubrí entonces que la nota de suicidio es un género literario injustamente menospreciado por la crítica. Al fin y al cabo, razoné, el suicida debe expresar en unas pocas líneas su legado al mundo, reivindicar, si cabe su gesto y acaso justificarse de cara a la sociedad, tan poco comprensiva respecto a los atajos hacia la parca.
La investigación sobre las notas suicidas me ha llevado a elaborar este breve manual por si el amable lector se enfrenta con las mismas dudas que este cronista a la hora de redactar su colofón.
1. Sé conciso. El suicidio es muy a menudo un acto de narcisismo extremo, lo que explica que el suicida tienda a sobrevalorar la atención que le van a prestar sus semejantes y deje escritas largas filípicas a modo de legado póstumo. Pero no te engañes: en una sociedad enferma de déficit de atención, una nota de más de 140 caracteres es para la mayoría un tocho como ‘Guerra y Paz’.
El poeta Mishima, probablemente el suicida más célebre de la edad moderna, escribió estas palabras antes de hacerse un seppuku (lo que erróneamente llamamos harakiri):
“La vida es breve y yo quiero vivir para siempre”
Una nota concisa, directa y eficaz. Eso sí, el suicidio propiamente dicho fue un circo de tres pistas, como puede verse en la sensacional película ‘Mishima’, de Paul Schrader.

2. Deja una enseñanza útil. No enfangues con recriminaciones o estériles divagaciones tus últimas palabras. Lo que necesitamos los vivos son consejos prácticos. Por ejemplo, puedes compartir ese truco de cocina para que el arroz quede siempre en su punto o, como hizo el gran Hunter S. Thompson, un momento a partir del cual no vale la pena vivir: los 50 años. El inventor del periodismo gonzo aguantó 17 más, pero claramente le sobraron. Esta es la nota que dejó escrita a su mujer cuatro días antes de volarse los sesos:
“Se acabó la temporada de fútbol
No habrá más juegos, ni más bombas, ni más caminatas, ni más diversión. No volveré a nadar. 67. Estos son 17 después de los 50. Diecisiete más de los que necesitaba o quería. Aburrido. Siempre estoy de malas pulgas. No hay diversión… para nadie. Te estás volviendo codicioso. Actúa tu vejez. Relájate. Esto no va a doler.”
3. Tómatelo con humor. En serio: la vida no es más que una gigantesca brincadeira cósmica, una improbable concatenación de azares químicos y errores que nosotros, su producto más sofisticado (que se sepa), pretendemos dotar de una trascendencia que justifique nuestros anhelos y calme nuestra ansiedad.

El actor inglés George Sanders dejó esta cáustica nota de suicidio minutos antes de atiborrarse de barbitúricos en un hotel de Castelldefells, un sitio tan bueno como cualquier otro para escapar de la vida por la puerta falsa:
“Querido mundo. Me marcho porque estoy aburrido. Siento que he vivido demasiado. Te dejo con tus preocupaciones en esta dulce cloaca. Buena suerte”.
Sin rencores. Sin verborrea innecesaria. Con un par.
4. Sé enigmático. Puede que tu intención de suicidarte no sea más que una forma de llamar la atención (aunque a gritos). Si ese es el caso procura no rellenar tu nota de suicidio con las monsergas características, porque ésas ya las conocen tus sufridores habituales. En cambio, introduce un enigma que deje a tus deudos interrogándose por esa dimensión oculta tuya que nunca llegaron a conocer.

El mago Aleister Crowley no se suicidó muy a menudo pero sí que simuló un suicidio en Lisboa, una broma coherente con su vida novelesca. Esta es la nota que dejó Crowley a su amigo Fernando Pessoa y que estuvo a punto de acabar con el escritor portugués en la cárcel:
“No puedo vivir sin ti. La otra boca del infierno me agarrará, no será tan caliente como la tuya”.
Estas son a grandes rasgos las enseñanzas que he sacado de las últimas palabras (escritas) de tres suicidas de postín y uno de mentirijillas. ¿Estoy ya listo para redactar mi nota de suicidio?, se preguntarán mis improbables lectores suicidas.  El suicidio es ese tipo de asuntos que vas dejando, vas dejando, hasta que un día te da un jamacuco y te vas al otro barrio sin épica, sin gesto poético y sin una triste carta de despedida.

Fuentes: Yorokobu (página web)

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